Sobre los restos de un viernesel deseodejo frente a mi puerta a una mujerque no conocía, mientras un cielo de tango de esos que teavisan con tiempoque vaa llover sin prisa todo el fin de semana.Ella solo quedo esperando queabriera la puerta, no le importaba la sospecha que me demore de trasla mirilla de la puerta mas de la cuenta atrapado por la duda de su identidad.Eran las 6,35 de la mañanay no tenia muy disuelto el porque abrirle a una evidenteebria egoísta, aun llevaba el vestido de baile y los zapatos en la mano. Del peinadosolo sobrevivieron unos plieguesy del maquillaje absolutamente nada que sea presentable en sociedad.La luz me cegó y ella inmediatamente bajo la cabeza, acto seguido se perdió entre mis brazos. No balbuceo nada que me importara ni que entendiera.Yo que había vivido una vida desapasionada por conveniencia, en esta madrugada me exige sin excusasjugar mis mejores cartas. Tambaleanteellallego al baño agarradade mi brazo derecho, tome los zapatos y habri la ducha, baje el pequeño cierre que separaba la virtud de un cuerpo cansado de estar oculto. Pero el vestido no cayo,quedo firme y sujeto en sus hombros hasta que salí del baño.En la silla izquierda al salir del baño deje una remera larga desproporcionada al cuerpo de ella, yo la espere en mi cuarto con un migral y un vaso de coca fría.Ella se demoro lo suficiente para que la coca se desenfriara, apenas se había secado el pelo cuando ingirió ambas cosas que estaban en mis manos.Entro a la cama con la firme intención de dormir el resto del día lluvioso y yo fui a la cocina con la intención de despertar a mi vida.Recién a las dos de la tarde ella supo lo que yo sabia a las siete de la mañana, que estaba en la cama equivocada en la casa incorrecta con un tipo que no conoceni remotamente.Poco le importo la revelación, el otro jamas le habría abierto la puerta sin preguntar intenciones. Y empezamos a conocernos sin saber quieres éramos en realidad pararecién el domingo a la tarde marcharce bajo protestode obligaciones laborales.No dejo ni teléfonos ni mail que la delataran su verdadera identidad pero siguió regresando cada madrugada de viernes durante dos meses, soloa dormir a mi lado sin saber yo de donde veniaella.Hasta que un fin de semana largo equivoco el camino y nunca más golpeo mi puerta.
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